La editorial B.A.C. publica mi traducción de The Light Invisible y A Mirror of Shalott

La B.A.C. publica los libros de relatos: The Light Invisible y A Mirror of Shalott, traducidos por Sergio Gómez Moyano. La B.A.C. los ha editado en el mismo volumen con el título Historias sobrenaturales.

HISTORIAS SOBRENATURALES | ROBERT HUGH BENSON | Comprar libro 9788422019718

Creo que no se le escapa a ningún interesado en este R.H. Benson que se está viviendo un pequeño resurgir de su memoria en lengua castellana. Desde hace unos diez años algunas editoriales han publicado obras de este autor. Lord of the World y The Necromancers han sido objeto, además, de una nueva traducción al idioma de Cervantes. The Dawn of All simplemente se ha reeditado con la misma traducción de hace casi cien años.

Este año le ha tocado el turno a sus libros de relatos: The Light Invisible y A Mirror of Shalott. La B.A.C. los ha editado en el mismo volumen con el título Historias sobrenaturales, con la particularidad de que A Mirror of Shalott es la primera vez que ve la luz en español. Tanto la traducción como el estudio introductorio son obra de Sergio Gómez Moyano.

El primer libro de relatos escrito por Robert Hugh Benson se titula The Light Invisible. Salió a la venta en 1903 y se trata del primer volumen publicado del autor. Es importante contextualizar esta obra, porque dará una clave fundamental para su interpretación.

Comenzó a escribirlo en 1902, cuando vivía en la comunidad de la Resurrección de Mirfield. El autor estaba sufriendo una crisis de identidad. Por un lado, había sido educado según los principios de la Iglesia de Inglaterra, de la cual su padre fue la cabeza visible. Más aún, se había convertido en un profesional de la misma, pues había sido ordenado clérigo anglicano. Sin embargo, sentía la llamada a la Iglesia Católica, esa confesión cristiana que desde pequeño había aborrecido. En esos momentos de desconcierto, pretendió buscar una especie de compromiso, una vía intermedia o quizá un metalenguaje capaz de albergar las pretensiones de ambas confesiones. El mismo Benson explicó que con este libro buscaba reafirmarse en las verdades de la religión. Por todo ello, no es de extrañar que The Light Invisible esté compuesto por una serie de experiencias espirituales, explicadas por un anciano sacerdote, que el lector no puede averiguar si es católico o anglicano. El protagonista de los relatos posee un don, una sensibilidad especial, para ver lo que se esconde detrás de la materia.

Un corresponsal escribió sobre el libro que el verdadero meollo del mismo es la intuición espiritual, como único puente entre lo visible y lo invisible (C.C. Martindale, The Life of Monsignor Robert Hugh Benson, vol. I). Esta intuición se materializa, o se hace sensible, en la figura del anciano sacerdote, que es el que relata las historias. Su don consiste en: «La facultad de comprobar por nosotros mismos lo que hemos aceptado por autoridad y lo profesamos por fe. […] La percepción es a veces tan intensa que el mundo espiritual se me muestra tan visible como lo que llamamos el mundo natural, pero se me muestran simultáneamente, como en el mismo plano. Depende de mí elegir cuál de los dos veo con más claridad» (The Light Invisible).

Y esta facultad, dice, no es algo diferente, por ejemplo, de la capacidad que tiene su interlocutor (el que escribe todo lo que el anciano relata) de disfrutar de la belleza, donde otros no la ven. A partir de aquí se explicarán situaciones que el anciano sacerdote, o alguna otra persona, ha vivido gracias a esa capacidad intuitiva devenida visión sensible.

Desde el punto de vista literario cabe decir que se trata del primer libro de madurez literaria de Robert Hugh Benson. El género en el que se podría adscribir sería el de los relatos fantásticos o de terror, si bien sus páginas no encierran pasajes tan escalofriantes como los de A Mirror of Shalott. Su tono es mucho más meloso y, sobre todo, más espiritual (por no decir místico) que terrorífico o fabulístico.

El planteamiento de A Mirror of Shalott adquiere la forma de un simposio informal, una especie de Decamerón o Canterbury Tales. Un grupo de sacerdotes de diferentes nacionalidades se encuentran en Roma. Después de sus actividades diarias disponen de un período de tiempo libre entre la cena y las oraciones de la noche. Para pasar ese rato, y a raíz de una discusión entre ellos sobre la existencia de los milagros, deciden que cada noche uno de ellos contará una historia. Deberá cumplir dos condiciones: que se narren hechos sobrenaturales y que hayan sido vividos en primera persona.

En una primera instancia, dado este planteamiento, cabría esperar que Benson, como sacerdote católico, hiciera hablar a sus personajes, tan clérigos como él, de modo aleccionador sobre milagros de santos u otras delicadezas piadosas, cual si desde el púlpito predicaran. Podría imaginarse uno, a mucho exagerar, que hablaran de algún exorcismo.

Pero el tono de la obra no se alinea en absoluto con este talante. En ella se habla de fantasmas, de presencias malignas, o incluso ausencias insoportables, de barcos fantasma… La riqueza de las historias es verdaderamente sorprendente, y algunas de ellas llegan a producir un auténtico escalofrío. No en vano, las historias de A Mirror of Shalott aparecen en numerosas colecciones de relatos fantásticos o de terror junto a los nada irrelevantes de Poe o Lovecraft, entre otros. Y es que este libro puede ser considerado un clásico del género de terror.

Para llegar a la intención de esta obra, conviene detenerse un segundo en el título. Debe su nombre a un poema escrito por Alfred Tennyson, presumiblemente en 1842, titulado The Lady of Shalott. La dama protagonista del mismo vivía sola en un castillo en la isla de Shalott. Tenía prohibido mirar el mundo directamente, más allá de los muros, pero lo contemplaba a través de un espejo. A Mirror of Shalott, literalmente un Espejo de Shalott, pretende ser un lugar en el que el lector puede fijar los ojos, para ver ese mundo exterior que está más allá de los muros de la materialidad, es decir, de la percepción sensible. El objetivo del libro, por tanto, queda patente: mostrar el mundo espiritual. Uno por uno los miembros de este peculiar simposio de historias sobrenaturales o de terror van relatando sus experiencias, sus encuentros con lo sobrenatural.

Y solo queda que el lector se deje llevar por estas historias, muestrario de manifestaciones sobrenaturales. En resumen, este tipo de relatos escritos por un sacerdote puede causar sorpresa, pero, considerados en toda la amplitud de su obra adquieren una importancia propedéutica para la fe y una espiritualización de la vida ordinaria del creyente.

No obstante todo lo dicho, el lector también merece disfrutar de estos dos libros ofrecidos por la B.A.C. por sus propios méritos literarios, que no son pocos, y no por fiarse de un comentarista como el que suscribe.

 

A Mirror of Shalott

Un primer encuentro con los relatos cortos de Benson impacta; sobre todo los de A Mirror of Shalott. El planteamiento de esta colección de historias es la siguiente. Un grupo de sacerdotes de diferentes nacionalidades se encuentran en Roma. Después de sus actividades diarias disponen de un período de tiempo libre entre la cena y las oraciones de la noche. Para pasar ese rato, y a raíz de una discusión sobre los milagros, deciden que cada noche uno de ellos contará una historia. Deberá cumplir dos condiciones: que se narren hechos sobrenaturales y que hayan sido vividos en primera persona.

En una primera instancia, dado este planteamiento, cabría esperar que un sacerdote católico, como Benson, hiciera hablar a sus personajes, tan clérigos como él, de modo aleccionador sobre milagros de santos u otras delicadezas piadosas, cual si desde el púlpito predicaran. Podría imaginarse uno, a mucho exagerar, que hablaran de algún exorcismo.
Pero el tono de la obra no se alinea en absoluto con este talante. En ella se habla de fantasmas, de presencias malignas, o incluso ausencias insoportables, de barcos fantasma… La riqueza de las historias es verdaderamente sorprendente, y algunas de ellas llegan a producir un auténtico escalofrío. No en vano, las historias de A Mirror of Shalott aparecen en numerosas colecciones de relatos fantásticos o de terror junto a los de Poe o Lovecraft, entre otros. Y es que este libro puede ser considerado un clásico del género de terror.

Para llegar a la intención de esta obra, conviene detenerse un segundo en el título. Debe su nombre a un poema escrito por Alfred Tennyson, presumiblemente en 1842, titulado The Lady of Shalott. La dama protagonista del mismo vivía sola en un castillo en la isla de Shalott. Tenía prohibido mirar el mundo directamente, más allá de los muros, pero lo contemplaba a través de un espejo. A Mirror of Shalott, literalmente un Espejo de Shalott, pretende ser un lugar en el que el lector puede fijar los ojos, para ver ese mundo exterior que está más allá de los muros de la materialidad, es decir, de la percepción sensible. El objetivo del libro, por tanto, queda patente: mostrar el mundo espiritual. Uno por uno los miembros de este peculiar simposio de historias sobrenaturales o de terror van relatando sus experiencias.

Edición en castellano de «The Necromancers»


Bajo el título Los espiritistas, la editorial Homo Legens ha publicado una edición de la escalofriante novela de Benson titulada The Necromancers. Fue publicada por primera vez en Londres en el mes de julio de 1909 por Hutchinson. Me consta que se tradujo al castellano en la década de los años 1910, por la editorial Gustavo Gili, de Barcelona, pero no he conseguido encontrar ninguna copia.

Psicología y espíritu en Robert Hugh Benson

En la página 174 del libro “An Average Man”, Benson describe la atracción que produce una mujer sobre el protagonista de la novela. No se trata de la forma en que va vestida, ni de su belleza, ni de sus formas. Dice que posee una personalidad “magnética”. Y define “magnetismo” como “that atmosphere that is neither solely physical, nor solely mental, nor solely spiritual, but a combination of at least two of these things”.

En una descripción de este tipo, el autor está dando por supuesta una concepción antropológica, que no todo el mundo compartiría. En primer lugar, reconoce la existencia en el ser humano de tres partes diferenciadas: la física, la mental o psicológica y la espiritual. En el caso de Percy Brandeth-Smith podemos detectar fácilmente estas tres partes de su ser. Su parte física, y más evidente, es lo que todo el mundo ve cuando se encuentran con él. La mental es aquel entresijo de sentimientos, pensamientos y pasiones, que provocan esa situación de enamoramiento que vive. La espiritual la descubrimos en esa ansia de verdad y de plenitud que busca en la religión y que le parece estar encontrando a partir de la predicación de un fraile franciscano.

De hecho no sé si he sido demasiado correcto a la hora de denominar partes a estos tres elementos constituyentes del ser humano. Víctor Frankl los llama dimensiones. No se trata de apartados estancos de la persona, sino del ser humano único y que se encuentran inseparables en el ser humano, interactuando y entremezclándose. En su libro Homo Patiens, Frankl hace una crítica a los reduccionismos. Un reduccionismo consiste en ver al ser humano desde una sola de estas dimensiones. El fisicalismo o materialismo reduce la vida humana a una serie de reacciones físico-químicas. El psicologismo atribuye a la psicología todos los fenómenos propiamente humanos. El espiritualismo, por último, insiste en la importante de esta dimensión humana, hasta el punto de despreciar la psicología y la materialidad del cuerpo y del mundo.

La antropología de Víctor Frankl se podría llamar, por tanto, antropología dimensional, y en ella cada una de las dimensiones de la persona tiene unos roles específicos e irreductibles, pero no independientes de las otras.

Percy está viviendo una situación difícil en su vida. Está enamorado y no sabe si su amada le corresponde. Le envía una carta pero, debido a un despiste de su criado, esta llega con una semana de retraso. Percy no entiende por qué su amada no contesta. La maquinaria de la psicología de Percy se pone en marcha y arrasa, como un Bulldozer, con todo lo que se encuentra a su paso.  Ocupa todos sus pensamientos en intentar deducir si ella le está rechazando o no. Apenas puede dormir, se encuentra taciturno y extraño con los amigos. La gran ilusión de hace unos meses, el descubrimiento del catolicismo, y su deseo de convertirse, pasan a un segundo plano. La pasión que lo domina es mucho más poderosa y lo tiene apresado. La psicología de Percy está dominando el resto de dimensiones. Está produciendo un atasco. Si una dimensión de la persona sufre, también lo hacen las demás.

Por fin, Miss Farham, su amada, recibe la carta y, con grandes dosis de astucia femenina, lo llama, para que “se la explique”. Percy le pregunta si se quiere casar con él. Ella le contesta afirmativamente. Parece que Benson nos intenta explicar a continuación, que no se puede reducir al ser humano a una simple dualidad físico-psicológica, reduciendo la dimensión espiritual a la psicología, porque en cuanto el “tapón” psicológico, producido por la incertidumbre de la correspondencia amorosa, desaparece, los deseos de su espíritu vuelven a salir a flote. Más aún, la imagen que he puesto del “tapón”, se corresponde con la que usa el autor en la novela, pues dice: “For religion had come down again on Percy like a flood!” (p. 175). Es decir, la religión había vuelto a Percy como una riada.

¿Por qué no se puede reducir la espiritualidad a la psicología? La psicología de la religión es una disciplina “atea”, en el sentido de que no pretende descubrir si existe o no un Dios o ese mundo espiritual que plantean las religiones. Por ello, se desarrolla sin tenerlos en cuenta en su dimensión real. No le importa, en realidad, si existen o no. Su trabajo se centra en la psicología humana, en sus mecanismos y en sus irregularidades o enfermedades.

La psicología de la religión trabaja, en cambio, con los objetos mentales que produce una religión en la psique de las personas. La imagen mental de Dios, la imagen mental del cielo, la imagen mental de los ángeles, etc. sí son material de estudio de esta disciplina.

Se podría interpretar que la ilusión de Percy por convertirse al catolicismo ha sido una reacción psicológica producida por la hábil predicación del P. Hilary, un fraile franciscano, que ha conseguido modificar unas imágenes mentales religiosas insatisfactorias hasta hacerlas satisfactorias y atrayentes, produciendo unos sentimientos de ilusión y de atracción. Esta interpretación de los hechos ignora la dimensión espiritual del hombre, como hemos dicho, porque esta disciplina funciona así, no se mete en el campo de lo espiritual. Pero, ¿esto significa que lo espiritual no exista y que todo se pueda explicar desde la psicología?

Para Benson y para Frankl esto sería un reduccionismo. De hecho, si la psicología no puede tratar lo espiritual, porque se sale de su ámbito de acción, no podemos esperar más de ella. De la misma manera que no nos da explicaciones de lo espiritual, tampoco podemos pedírselas. Intento decir que el hecho de que la psicología de la religión pueda explicar desde el punto de vista psicológico una situación espiritual, no quiere decir que esta dimensión no esté presente.

De vez en cuando salen a la luz resultados de estudios en los que se asegura que el amor está producido por la segregación de ciertas hormonas o por la estimulación de cierta parte del cerebro. El sentido común nos dice que el amor no puede ser una cuestión de simple física. Diseccionando a una persona no podríamos descubrir cuánto amaba. Existe una dimensión psicológica, con una base física, con una influencia física, pero no identificable con ella o reductible a ella. De la misma manera ocurre con lo psicológico y con lo espiritual. Interactúan, pero no sabemos en muchos casos dónde acaba una y empieza la otra. La base sobre la que actúa la espiritualidad es la psicología, no puede actuar sin ella, pero no es reductible a ella.

En mi tesis pretendo explicar entre otras cosas, cómo Benson entiende que lo espiritual de hecho actúa en la vida, momento a momento, segundo a segundo. Además, aunque de una forma exagerada en algunos casos, pretende hacer ver que la espiritualidad es una gran fuerza para el hombre y que debería ser usada en una gran cantidad de ámbitos, sobre todo el médico. Parece que RHB aboga por una ciencia y una medicina dimensionales, igual que el ser humano, que no se preocupe sólo del cuerpo y de la psicología sino también del espíritu. El ser humano completo debe ser curado al mismo tiempo, el ser humano completo debe ser cuidado al mismo tiempo.