Centenario de Robert Hugh Benson: Reflexiones sobre su intensa vida y legado

Introducción

Hoy, 19 de octubre de 2014, se cumplen 100 años desde que Robert Hugh Benson nos dejó. Durante los 11 años que siguieron a su conversión al catolicismo, Benson se entregó por completo a su fe y vocación, dejando un legado de fervor y dedicación que aún resuena en el mundo literario y religioso.

El intenso ritmo de vida de Benson

Tras su conversión, Benson adoptó un ritmo de vida que muchos podrían considerar insostenible. Dedicado completamente a su nueva fe, su salud comenzó a deteriorarse debido a su incesante actividad. A pesar de reconocer un año antes de su muerte que necesitaba desacelerar, su naturaleza no le permitía trabajar de otra manera. Mantuvo su intensa agenda hasta sus últimos días, reflejo de su incansable e indomable espíritu.

Los últimos días de Hugh Benson

Hugh Benson falleció en la residencia del obispo de Salford, donde había ido a predicar una serie de sermones. A la edad de cuarenta y dos años y 11 meses, dejó este mundo, desgastado por su propia energía inagotable. Sus últimos momentos, narrados por su hermano Arthur, revelan un final tanto heroico como sereno.

El relato de su hermano Arthur

Arthur describe el último momento de Benson con detalles que evocan una profunda humanidad y valentía. «Vi a Hugh sentado en la cama; habían colocado una silla a su lado, cubierta de cojines, para que se apoyara. Estaba pálido y respiraba muy rápido, mientras una enfermera le secaba la frente. El Canónigo Sharrock estaba al pie de la cama, con su estola puesta, leyendo las últimas oraciones de un pequeño libro. Cuando entré, Hugh fijó sus ojos en mí con una extraña sonrisa, con algo triunfal en ella, y dijo con una voz clara y natural, ‘Arthur, ¡esto es el fin!’ Me arrodillé cerca de la cama. Él me miró, y de alguna manera supe que nos entendíamos bien, que no quería palabras ni demostraciones, sino que simplemente estaba contento de que estuviera con él. Las oraciones comenzaron de nuevo. Hugh se persignó débilmente una o dos veces, hizo una o dos respuestas. Luego dijo: ‘Pido perdón, un momento, mi amor para todos ellos.'»

Conclusión

La muerte de Benson no fue simplemente el final de una vida; fue el acto final de un hombre que vivió con un propósito y una pasión extraordinarios. Su capacidad para enfrentar con valentía y dignidad su último momento refleja la intensidad con la que vivió todos los aspectos de su vida. Su legado sigue inspirando a aquellos que buscan entender la complejidad de la fe y la profundidad del compromiso humano.

Texto original:

I saw Hugh sitting up in bed ; they had put a chair beside him, covered with cushions, for him to lean against. He was pale and breathing very fast, with the nurse sponging his brow. Canon Sharrock was standing at the foot of the bed, with his stole on, reading the last prayers from a little book. When I entered, Hugh fixed his eyes on me with a strange smile, with something triumphant in it, and said in a clear, natural voice, » Arthur, this is the end ! » I knelt down near the bed. He looked at me, and I knew somehow that we understood each other well, that he wanted no word or demonstration, but was just glad I was with him. The prayers began again. Hugh crossed himself faintly once or twice, made a response or two. Then he said : » I beg your pardon—one moment—my love to them all.»

The big room was brightly lit; something on the hearth boiled over, and the nurse went across the room. Hugh said to me: » You will make certain I am dead, won’t you ? » I said «Yes,» and then the prayers went on. Suddenly he said to the nurse : » Nurse, is it any good my resisting death—making any effort ? » The nurse said : » No, Monsignor ; just be as quiet as you can.» He closed his eyes at this, and his breath came quicker. Presently he opened his eyes again and looked at me, and said in a low voice : » Arthur, don’t look at me! Nurse, stand between my brother and me!» He moved his hand to indicate where she should stand. I knew well what was in his mind; we had talked not long before of the shock of certain sights, and how a dreadful experience could pierce through the reason and wound the inner spirit; and I knew that he wished to spare me the pain of seeing him die. Once or twice he drew up his hands as though trying to draw breath, and sighed a little; but there was no struggle or apparent pain. He spoke once more and said: «I commit my soul to God, to Mary, and to Joseph.» The nurse had her hand upon his pulse, and presently laid his hand down, saying : » It is all over.» He looked very pale and boyish then, with wide open eyes and parted lips. I kissed his hand, which was warm and firm, and went out with Canon Sharrock, who said to me : «It was wonderful! I have seen many people die, but no one ever so easily and quickly.»

It was wonderful indeed! It seemed to me then, in that moment, strange rather than sad. He had been himself to the very end, no diminution of vigour, no yielding, no humiliation, with all his old courtesy and thoughtfulness and collectedness, and at the same time, I felt, with a real adventurousness —that is the only word I can use. I recognised that we were only the spectators, and •that he was in command of the scene. He had made haste to die, and he had gone, as he was always used to do, straight from one finished task to another that waited for him. It was not like an end ; it was as though he had turned a corner, and was passing on, out of sight but still unquestionably there. It seemed to me like the death of a soldier or a knight, in its calmness of courage, its splendid facing of the last extremity, its magnificent determination to experience, open-eyed and vigilant, the dark crossing.

A.C. Benson, Memoirs of a Brother

Recensión sobre «Señor del mundo»

Después de que el Papa Francisco citara «Señor del mundo», son muchos los que se han agenciado de una copia de esta novela y han recorrido sus páginas, algunos movidos por la curiosidad y otros interesados por el tema desarrollado por el Pontífice. Uno de ellos ha sido el profesor Nelson Tepedino de la Universidad Simón Bolívar de Caracas. Además, ha escrito una recensión que recomiendo.

http://bibliothecahorarum.blogspot.com.es/2014/01/una-distopia-catolica.html

El Ser del Milenio de Barcelona y «Señor del mundo»

Sinceramente no sé cuál sería el propósito de la puesta en escena de la Fura del Baus, ayer, 31 de diciembre, para despedir el 2013 y dar la bienvenida al 2014. Quizá simplemente pretendían innovar o, lo que está de moda en el panorama teatral, transgredir de alguna manera.

Un armazón de hierro con forma humana de 15 metros de altura descendió en medio del escenario admirable de la fuente mágica y el Palau de Montjuïc. Comenzaron a subir a este cuerpo metálico miembros de la colla de Castellers de Sants y fueron poblando su cavernoso interior, al estilo del caballo de Troya de Virgilio.

Brazos, tronco y extremidades se llenaron de personas que se amarraban bien al armazón. También ascendieron unos personajes vestidos con monos rojos que destacaban de la vestimenta clara de los castellers. Llegaron hasta la altura del pecho y, ante mi sorpresa y agrado, se colocaron en el lado izquierdo, se agruparon y comenzaron a moverse acompasadamente en un estudiado ritmo para simular los latidos del corazón. La cabeza se rellenó al final, con encapuchados de blanco, también miembros de Castellers de Sants. Quizá se tratara de un homenaje a la razón humana.

Le llamaban el Ser del Milenio. Al parecer no querían referirse a él como hombre ni mujer, se trataba de un ejemplar esquemático y asexuado de la especie humana. Un ser y, además, del milenio, como indicando, al inicio del que corre, una especie de promesa de futuro.

Pues se acercaban las doce, el momento del cambio de año. Los presentadores y el mismo ambiente anunciaban que el momento de las uvas era inminente. El ser del milenio empezó a alzar los brazos hasta que se quedaron en perpendicular al cuerpo. Y al poco se inició el frenesí de las campanadas (acompañadas por ráfagas de pirotecnia), el engullir de uvas.

La imagen que se ofrecía desde TV3 me estremeció. Desde la plaza de España, se veía la Avenida María Cristina en toda su longitud, abarrotada de gente, bordeada por las pequeñas fuentes de agua iluminada. Al fondo se adivinaba un hombre de estructura de hierro, un «super»-hombre de 15 metros, compuesto de multitud de seres humanos encaramados en sus miembros, con un corazón rojo, también formado por seres humanos, un cerebro hecho de encapuchados (¿vengüenza de la razón o razón tan universal que no debe tener cara?), con los brazos en cruz, casi flotando entre el humo de la pólvora de la pirotecnia delante de una multitud enfervorizada por el momento álgido de la celebración, el momento de olvidarse de lo que ocurrió y lanzarse a los brazos del nuevo año, cargado de buenos deseos y propósitos. «Venid a mí», casi parecía decir el Ser del Milenio. «Miradme, he sido alzado. Miradme, soy un resumen de vosotros mismos, del cuerpo que formamos toda la humanidad. Miradme, yo, la humanidad (con los brazos en cruz, como hace Dios mil años hizo aquel Galileo) soy el futuro. Miradme, soy el Ser del Milenio, la misma humanidad, la única sobre la que se pueden poner las esperanzas. Miradme porque más allá de mí no hay divinidad. Por eso adopto esta posición. Entendedlo».

Si alguien ha leído «Señor del mundo» quizá piense que no exagero.

La retransmisión completa de las campanadas, se puede ver aquí: http://goo.gl/Xrll0s

Benson’s Utopian Paradigm of Science

Last July, 5 I read a paper in the 13th International Conference of the Utopian Studies Society about The Dawn of All and the way Benson portrays science in this novel.
This is the abstract:
This paper examines some aspects of the utopia depicted in the novel The Dawn of All, by Robert Hugh Benson, which is a bold tale of a future world almost fully converted to Catholicism. The whole of that society is structured on this religion, or what is more accurate by an ideology based on it. The paper focuses on one of the aspects of this utopian society: the relation between science and religion, and its implications. Robert Hugh Benson explains how Psychology discovers that there is a force at work behind physical phenomena, itself not physical. Science then stops developing as a materialistic discipline and acquires a whole new horizon of possibilities. As a consequence of this, theologians and scientists, monks and doctors work together to make science advance and attain the truth in the highest level. Medicine becomes more psychological, and thus, according to this view, more spiritual. Doctors in their offices inspect the patients’ mind with modern and adequate technological means and provide psychological treatments to cure physical illnesses. These treatments consist basically on mental suggestion. The paper tries finally to draw some ideas from this utopian view of science, and above all medicine, trying to get a glimpse of different a paradigm of science: an eventual scientific horizon which might take into account other aspects than matter in its daily work, thus becoming more human and true.

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Edición en castellano de «The Necromancers»


Bajo el título Los espiritistas, la editorial Homo Legens ha publicado una edición de la escalofriante novela de Benson titulada The Necromancers. Fue publicada por primera vez en Londres en el mes de julio de 1909 por Hutchinson. Me consta que se tradujo al castellano en la década de los años 1910, por la editorial Gustavo Gili, de Barcelona, pero no he conseguido encontrar ninguna copia.

Aniversario de «The Dawn of All»


Hugh comenzó su producción literaria en el año 1903, y se prolongó ininterrumpidamente en el tiempo hasta el momento de su muerte. Por eso, en este año 2011 se cumple el centenario de algunas de sus obras, como, por ejemplo, The Dawn of All, cuya ultima edición en castellano en la editorial Homo Legens tuve el honor de prologar.

Robert Hugh Benson y mundo actual

Robert Hugh Benson fue un inglés peculiar nacido en 1871. Hijo del arzobispo de Canterbury y él mismo clérigo de la Iglesia Anglicana, se convirtió al catolicismo en 1903. Desde ese momento hasta el día de su muerte en 1914 se dedicó a la predicación y a la apología de su nueva fe. Durante esos casi 11 años escribió más de cuarenta obras de distinto tamañoo y tema. La mayoría son novelas, aunque también compuso poesías y obras de teatro, y bastantes ensayos. Su obra más famosa es sin duda: The Lord of the World (Señor del mundo). Aunque su primera edición en noviembre de 1907 queda ya muy lejos, todava se sigue reeditando en lengua inglesa. Existen además algunas traducciones al castellano. Esta novela futurista pinta un mundo convertido al humanismo materialista y enemigo de toda trascendencia. Esta ficción planteada por Benson pretende ser una exageración. Da campo libre a esta ideología y la convierte en hegemónica. Así consigue llevarla hasta sus últimas consecuencias lógicas. Los acontecimientos se siguen dramáticamente. El mundo se globaliza. Europa nombra a un presidente único y, por fin, a un presidente mundial. Las religiones trascendentes, sobre todo el catolicismo, son perseguidas como traidoras a la humanidad. Se sienten los ecos del grito de Nietzsche conminándonos a ser fieles a la tierra. La hipérbole es un recurso legítimo dentro de la creación literaria. Quizá Robert Hugh Benson pensó que exageraba cuando previó los trenes de alta velocidad y las autopistas, quizá creyó que exageraba cuando imaginó casas de acogida en las que se administraba la eutanasia, probablemente también supuso que se pasaba de la raya cuando puso fecha a la ley que imponía el secularismo dogmático en la educación… No sé qué pensaría si se levantara de su tumba y contemplara nuestro tiempo, justo en el que él sitúa la trama de su Señor del mundo.

Infalibilidad de la mente pura

Robert Hugh Benson no es un apologeta cualquiera. Sus argumentos buscan injertarse en la filosofía y en la ciencia y muchas veces dan giros inesperados. Así ocurre en su artculo titulado Infallibility and Tradition, cuando quiere demostrar cómo es posible que el Papa sea infalible. Describe de esta manera el mecanismo de la infalibilidad: «Así que infalibilidad en su sentido ms escueto no quiere decir más que esto: que la consciencia divina de la Iglesia está relacionada de tal manera con la consciencia humana, que la salvaguarda de formular cualquier afirmación en contradicción con la verdad. Implica que hay un canal, abierto entre la mente de Cristo y el conjunto de las mentes que componen su mística consciencia, de un tipo tal que la primera controla y verifica a esta última»[1].
Para iluminar esta explicacin, Benson busca una analogía de nuestro mundo natural. «Necesitamos, por tanto, como paralelismo de la posición de Infalibilidad en el esquema de la Iglesia, una mente, un objeto, y una relación entre ellos, que correspondan con la consciencia explícita de la Iglesia, el depósito y la Infalibilidad; y, para que la analogía sea completa, la relación en nuestra analogía debe ser idéntica a la relación de la cual es una analogía»[2].
Nunca me hubiera imaginado que la encontrara, y ni más ni menos que en el campo de las ciencias exactas. El argumento se explica por sí mismo: «Estrictamente hablando […] el objeto material de las ciencias exactas no tiene existencia concreta; consiste en abstracciones formadas por la mente. No hay un dos en el mundo objetivo: solo hay dos caballos o dos manzanas. Estrictamente hablando, igualmente, no existe una línea ni un punto ni un círculo. Por tanto, dado que las ciencias de la aritmética y la geometría son abstracciones formuladas por la mente, son el único objeto respecto al cual la mente es infalible. La mente es literalmente infalible en aritmética»[3].
Aparte la sorpresa que provoca el argumento, una dificultad salta directamente a la vista: de hecho nos equivocamos en aritmética. Benson es consciente de ello: las mentes individuales pueden cometer errores, y de ello son conscientes todos los colegiales[4], pero nos dice que esto se debe a otras causas, como, por ejemplo, a las emociones, las distracciones, etc. Entonces refina un poco la conclusión de su argumento. La mente pura, abstraída de todo lo demás, es incapaz de error en estas materias[5]. Creo que está bastante claro que no debe entenderse mente pura como mente limpia, candorosa, etc. A mi entender el autor se refiere a la mente en estado puro, sin tener en cuenta las particularidades de las mentes individuales. Sería una acepción de la palabra pura más cercana al uso que hace Kant de esta palabra en su crítica de la razón pura. Así, se podría entender la construcción mente pura como las condiciones de posibilidad de toda mente. Ahora bien, sin demérito de este argumento, Kant sitúa el origen de las ciencias exactas en la sensibilidad.

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[1] For infallibility in its barest sense means no more than this that the divine consciousness of the Church is related in such manner to the human consciousness that if safeguards it from formulating a statement in contradiction to truth. There is, it is claimed, such a channel open between the mind of Christ and the aggregate of the minds that compose His mystical consciousness, that the former controls and checks the latter (Infallibility and Tradition, p. 5).
[2] We need, therefore, as a parallel to the position of infallibility in the scheme of the Church, a mind, and object, and a relation between them corresponding to the explicit consciousness of the Church, the depositum and Infallibility; and, in order that the analogy may be complete, the relation in our analogy must be identical with the relation in that of which it is an analogy. (Infallibility and Tradition, p. 18).
[3] Stricly speaking [] the subject-matter of the exact sciences has no concrete existence; it consists of bstractions formed by the mind. There is no such thing as two in the objective world: there are only two horses or two apples. Strictly speaking, again, there is no such thing as a line, or a point, or a circle. Since, therefore, the sciences of arithmetic and geometry are abstractions formulated by mind, they are the one and only subject in which pure mind is infallible. Mind is literally infallible in arithmetic (Infallibility and Tradition, p. 18).
[4]  Individual minds may make mistakes, as every schoolboy is ware (Infallibility and Tradition, p. 18).
[5]  Pure mind, abstracted from all else, is incapable of error in these matters (Infallibility and Tradition, p. 18).